Si revisamos juiciosamente la sagrada Biblia encontraremos el registro de tres momentos en los que Jesús llora. Lo hace ante la muerte y el pecado. Cuando cuenta su tristeza por la situación de Jerusalén (Lucas 19, 41-42), cuando las hermanas de Lázaro le recriminan su ausencia cuando él muere (Juan 11, 32-36) y en su oración en el huerto de los olivos (Hebreos 5, 7). Hoy en día podemos imaginar la cantidad de situaciones que nuestro señor lamentaría con su llanto. Uno de ellos sería el aborto. ¿Cómo no lloraría nuestro redentor ante la vida que se pierde de forma inhumana? Lo mejor será orar para que las decisiones sean tomadas a tiempo y en favor de la vida, para que los jóvenes sean responsables y solo tengan hijos cuando puedan responder por ellos, para que la calidad de vida sea buena y no tengamos sobrepoblación. En nombre de Dios y del planeta sigamos protegiendo a la vida. Si Lázaro y Él resucitaron la vida y la Tierra también podrán hacerlo a pesar del aborto y del calentamiento global.